Friday, March 09, 2007

otros ángeles

“Los malvados remueven los linderos, roban el ganado y también a su dueño. Se llevan el asno de los huérfanos, toman lo poco que tiene la viuda. Los mendigos tienen que retirarse del camino y los pobres salen desplazados. Como fieras, desde la madrugada, salen de cacería buscando a quién matar”. Job 24, 2-5

Thursday, August 17, 2006

ibn arabi


Mi corazón se ha vuelto capaz de revestir todas las formas.
Es prado para las gacelas y convento para el monje,
templo para los ídolos y ka'aba para el peregrino.
Es las tablas de la Torah y el libro del Corán.
Yo profeso la religión del amor, sea cua fuere
el lugar hacia el que se dirigen sus caravanas.
Y el amor es mi ley y mi fe.

Saturday, December 31, 2005

acerca de los hombres y el relato de Dios

El ser humano experimenta permanentemente una relación con el mundo que habita, que va desde la frustración hasta el goce. Tiene paz y florece cuando se enamora o cuando su espíritu alcanza una sintonía poderosa; en lo supremamente sutil o en lo ferozmente verdadero halla goce. En el otro extremo, se revela con indignación ante la injusticia, el sufrimiento, la infelicidad y el mal, fundando experiencias negativas de contraste que enfrentan la realidad del mundo que observa.

El hombre quiere una realidad personal mejor, la desea, y en este “no poder conformarse con el mundo tal como es[1]”, ofrece también una apertura a la posibilidad de hacer un mundo diferente y hasta ahora desconocido.
El “sí abierto” a la reconciliación con el sentido y la felicidad, se expresa en el consenso hacia la solidaridad y el compromiso común con la construcción de una realidad mejor que la presente, compromiso que es fruto de un acto ético.
Para los que seguimos a Cristo, este sí abierto toma cuerpo en la experiencia trascendente, con rostro humano, de Jesús hombre. Así la experiencia de contraste transforma la “tristeza básica de la humanidad” en esperanza fundada.
La libertad humana se cimienta de esta manera, en la relación con Dios, que salva y redime. La historia salvífica es un acontecimiento humano liberador (a priori contenido en la esencia del hombre) que, en el marco interpretativo de la revelación, supone siempre la presencia de Dios.
La salvación, que es Cristo para los cristianos, es obviamente realidad también en un contexto no cristiano. Está contenida en cualquier ente que alguna vez se halla preguntado por la trascendencia, en cualquiera que alguna vez, preso de la contingencia y la limitación, haya admitido que sólo puede acceder a la verdadera experiencia de la libertad, a través de lo trascendente y sin límites que representa la esencia de Dios mismo. (esto es objetivo y transversal en la medida que el lenguaje puede expresar estos conceptos).
La libertad humana tienen su origen, consciente o inconscientemente, en la historia salvífica de Dios y sólo lo humano es el medio posible a la revelación. “La fe en Dios es imposible sin la fe en el hombre[2]”, porque es en la humanidad donde Dios salva y trae vida al mundo. Sea cual sea la circunstancia, Dios está presente y es posible encontrarlo. Por eso la historia de la salvación no se restringe a la historia de las religiones, pues la historia toda está contenida en el hálito liberador de Dios.
Pero nadie se salva en contra de su voluntad, la salvación siempre es una realidad susceptible de ser experimentada, asentida y apropiada, pero también de ser negada, devuelta o ignorada.
Fe, Sacramento e Iglesia son los componentes esenciales de toda religión, pero no son sinónimos de salvación. La religión es una experiencia de “segundo orden”.
Las religiones “son los lugares en que los hombres toman expresa conciencia de la acción salvífica de Dios en la historia[3] y así, la historia de la revelación es la expresión de la experiencia consciente y articulada de la historia de la salvación, que se juntan en el mismo lugar en que lo hacen la experiencia humana y la fe trascendente.
La experiencia de revelación abren la puerta a lo nuevo, a la posibilidad de otras trayectorias para el presente y el futuro.
Es evidente que en algún lugar del intangible humano se haya la semilla de Dios. Desde la lógica matemática, pasando por las pruebas de Santo Tomás[4] y hasta los argumentos de Schillebeck[5], la salvación late en el corazón del hombre.
La revelación en cambio, aparece de una forma diferente. No está enquistada en la existencia y es necesario encontrar un medio, humano por cierto, para hallarla.
Pero, ¿por qué la historia de la revelación no es tan evidente como la de la salvación?; ¿es acaso una prueba para el hombre, al enfrentarlo con la realidad del mundo que habita?, ¿se trata de fijar una línea de diferenciación entre los que finalmente se salvan y los que han preferido condenarse?
(“… el Infierno, que es la patria de lo irreal y de los buscadores eternos de la dicha; un refugio para quienes huyen del cielo, que es la patria de los amos de la realidad y para quienes huyen de la tierra, que es la patria de los esclavos de la realidad[6]”).
Finalmente, la pregunta por la salvación es una interrogante irrenunciable para los seres pensantes. A pesar de su complejidad, el hombre tiene que encontrar la respuesta para sustentar su vida y para enfrentar la muerte.
La explicación ha de estar en la infinita justicia de Dios, que entrega al hombre la libertad de su espíritu, sin condiciones.
Es la libertad exegética de la propia vida humana, que interpreta sus eventos de la manera que quiere, que busca la verdad incansablemente, más allá de la evidente limitación de sus medios.
Es esa esperanza tozuda que nos impulsa a emprender la cruzada detrás el Aleph, a intentar encontrar en la oscuridad de un sótano, bajo el hueco de un escalón, con perspectiva de ubicuidad, ese punto que mira desde y hacia todos los puntos del universo, ese espacio sagrado que contiene el principio y el fin de todo lo que existe y lo que no existe.
El relato de Dios, expresado desde cualquier experiencia, persigue el norte de la Verdad.
La experiencia salvífica natural, inmanente, se aferra a la posibilidad de encontrarla; la experiencia de la revelación es un intento humano por confiar en haberla hallado.

Notas
[1] Edward Schillebeeckx en “Los Hombres y el Relato de Dios”
[2] Ibid 1
[3] Ibid 1
[4] “Las Cinco Vías” en http://www.e-torredebabel.com/Historia-de-la-filosofia/Filosofiamedievalymoderna/SantoTomas/CincoVias.htm
[5] Edward Schillebeeckx (Amberes, 1914) Teólogo belga. Dominico (1934) y doctor en teología (1951), ha ejercido como profesor en Lovaina y en Nimega. Fue teólogo asesor del episcopado neerlandés durante el Concilio Vaticano II. Es consultor del episcopado neerlandés y cofundador de la revista Concilium; fue uno de los principales inspiradores del Catecismo holandés (1966). Por sus tesis fue llamado a declarar en 1979 ante la Congregación para la Doctrina de la Fe. Entre sus muchas obras cabe destacar Cristo, sacramento del encuentro con Dios (1958), Dios futuro del hombre (1965), Jesús, un intento de cristología (1974), Soy un teólogo feliz (1994) y Los hombres, relato de Dios (1995).
[6] Bernard Shaw, Man and Superman (1903)

Saturday, December 10, 2005


Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad,
mi memoria,
mi entendimiento
y toda mi voluntad.
Todo lo que tengo y poseo,
Vos me lo has dado
A Vos, Señor, lo devuelvo.
Todo es vuestro;
haced con ello lo que Vos queráis.
Dadme vuestro amor y gracia,
que eso me basta.

San Ignacio de Loyola
Ejercicios Espirituales 234